Tan salvaje como acogedor y siempre majestuoso, el litoral de Girona que se extiende a lo largo de 200 kilómetros desde el cabo Falcó, en Portbou, hasta la roca de Sa Palomera en Blanes, fue bautizado con el nombre de Costa Brava por el periodista Ferrán Agulló en 1908, impresionado por su agreste aspecto al contemplarlo desde la ermita de Sant Elm, en Sant Feliu de Guíxols.
Su perfil dibuja en la costa un variado paisaje de espectaculares contrastes formado por imponentes acantilados desde los que el bosque mediterráneo acaricia el mar, calas rocosas de profundas aguas cristalinas, marismas, parques naturales, dunas y extensas playas de fina arena, mientras que el interior se caracteriza por un cuidado y diverso paisaje rural que es un vivo reflejo de todas las culturas que a lo largo de la historia han dejado su huella en el territorio.
En el norte, dominado por el viento de tramontana, a veces suave y en otras ocasiones muy potente, el imponente cabo de Creus define su personalidad, mientras que en el centro y el sur la costa deviene más amable.
Pero sea cual sea el destino, se llegue por tierra o navegando por mar a cualquiera los 18 puertos deportivos de la Costa Brava, el viajero siempre encontrará una tierra luminosa y cordial, un lugar de estancia, de descubrimiento y de placer en el que la gastronomía, el enoturismo, la cultura, el arte, la música, la naturaleza y el deporte son sus principales activos y sus mejores embajadores.