Parque Natural del Cap de Creus

Donde el Pirineo se funde con el mar

Agreste y salvaje, el cabo de Creus es un paraíso

El cabo de Creus, último contrafuerte de los Pirineos y extremo más oriental de la Península Ibérica, es un espacio de gran belleza, dotado de una configuración geológica singular, con estructuras y afloramientos que forman un conjunto único en el mundo. El efecto de la tramontana ha hecho que aparezcan formas de erosión tan caprichosas como espectaculares y ha transformado el paisaje de una manera muy especial, tanto en el interior como en la costa, donde profundas calas rocosas de aguas cristalinas son excelentes refugios y paisajes encantadores.

Creado en 1998, es el primer parque marítimo terrestre de Cataluña y posee una superficie de 13.886 hectáreas, de las que 10.813 corresponden a la parte terrestre y 3.073 a la marina.

Existen numerosos itinerarios terrestres por el interior del parque, que se pueden realizar a pie o en bicicleta, todos ellos sumamente interesantes desde el punto de vista botánico, geológico y paisajístico y el visitante deberá respetar siempre la estricta normativa que los protege, especialmente en las zonas calificadas bajo la figura de reserva natural integral.

Para el navegante que lo recorre en barco o fondeando en las decenas de calas que le ofrece, existe una normativa específica tanto para las zonas que son parque natural marino como para las que están calificadas como reserva natural parcial marina, donde solo se permite la pesca con caña y tanto el fondeo como la navegación y el buceo son objeto de regulación, y hay que tener especial respeto y atención a las praderas de posidonia. Hay que destacar la única reserva natural integral marina situada en la cara norte de la isla de s’Encalladora, en la cual ni siquiera se puede entrar para preservar su riqueza natural. El visitante puede consultar todas sus dudas e inquietudes en el centro de visitantes del Parque Natural de Cap de Creus, ubicado en el monumento histórico más destacado de la zona: el monasterio de Sant Pere de Rodes.

 

Las decenas de calas que salpican el cabo, con sus rocosas y abruptas laderas que descienden hasta el mar, ofrecen un refugio perfecto.

Calas de ensueño

Desde el norte, después de El Port de la Selva, se encuentran numerosas calas donde es posible fondear y pasar la noche con buen tiempo, siempre atentos a que no se levante norte, en cuyo caso habrá que buscar refugio en El Port de la Selva. La cala Tamariua es la primera en ofrecer un buen fondo de 3 a 10 metros y permite fondear a tres o cuatro barcos dando cabos a tierra. A menos de media milla de la Tamariua encontramos la profunda cala Fornells, que permite echar el ancla en 4 o 5 metros de fondo delante de su pequeña playa.

Siguiendo hacia el este, encontraremos uno de los mejores rincones para pasar el día, la pequeña bahía conocida como El Golfet, en cuyo interior se encuentran las calas Galera, Talabre, Taballera, la más profunda, y Prona, la más protegida incluso de norte, donde se encuentra un pequeño refugio de pescadores.

Hay que tener en cuenta que en la cala Galladera se descubrió en el año 2019 una alga originaria de Australia que causa grandes cambios  en el medio subacuático: Caulerpa cylindracea. Esta alga crece sobre el fondo y puede acabar ocupándolo todo y matando a las especies propias de nuestras costas que puede encontrar, ya sea posidonia, coral, gorgonias, etc. No se puede eliminar, puesto que se rompe con facilidad y los restos pueden volver a fijarse en el fondo. Esto también hace que sea muy fácil de dispersar mediante anclas y aparejos de pesca, y es por eso que los responsables del parque han instalado unas boyas para indicar la zona donde se encuentra, en la cual no es posible pescar ni fondear para evitar la dispersión.

Entre cala Taballera y cala Guillola, la parte terrestre tiene la máxima figura de protección: reserva natural integral. Y lo es por la importancia de su rico patrimonio geológico, que cada año visitan geólogos de toda Europa y también del resto del mundo. Por esta razón sólo se puede visitar por los itinerarios señalizados y no hay que salir de sus playas ni echar cabos o pequeñas anclas a tierra.

La mayoría de las calas del cabo de Creus solo son accesibles por mar o a pie, ya que la circulación motorizada por el parque natural está restringida.

La espléndida cala Culip es la última antes de llegar a la punta del cabo. Profunda y ancha, solo es practicable con buen tiempo aunque en el fondo, donde se encuentra un pequeño muelle, el fondeo queda protegido de norte. El muelle solo es de emergencia y no es posible el desembarque sin autorización.

Pasando el extremo del cabo en dirección a Cadaqués, la primera cala que encontramos es la Fredosa, antiguo refugio de pescadores, de una belleza salvaje y altas paredes rocosas, donde se puede fondear con buen tiempo pero que queda abierta a garbí y expuestas a las rachas, pero no al oleaje de la tramontana. Muy parecida es la siguiente cala hacia el sur, la Jugadora, que permite fondear sobre 2-3 metros de arena en su pequeña bahía. La vecina cala Bona también permite fondear sobre arena, pero es muy estrecha y en el fondo hay que evitar el borneo. Protegida con tramontana suave queda, sin embargo, muy expuesta a garbí.

La última de las calas antes de llegar a Portlligat es la Guillola, la más ancha al sur del cabo y donde este se hace más amable, con la vegetación que desciende suavemente hasta el mar, con buena profundidad en la entrada y una playa de arena al final donde solo hay que tener precaución con los fondos de la cala Jonquet, accesible únicamente para embarcaciones de poco calado.

Sea cual sea la cala que se escoja para echar el ancla y pasar una o varias jornadas cuando el tiempo lo permite —siempre respetando estrictamente la normativa de gestión de residuos que prohíbe el vaciado de sentinas y depósitos de aguas negras y grises— todas las calas que se encuentran al norte y al sur de la punta del cabo de Creus dejarán en el navegante el recuerdo inolvidable de haber estado en uno de los parajes más fantásticos del Mediterráneo. 

Doblar el cabo

Cuando la tramontana sopla con fuerza, el cabo de Creus obliga a los navegantes, tanto a vela como a motor, a esperar para pasarlo, ya sea en Cadaqués, en Roses o en El Port de la Selva. Es sin ninguna 
duda el cabo más difícil de la Costa Brava. Con vientos fuertes del noroeste y noreste, las olas pueden ser enormes hasta una buena distancia mar adentro.

Para doblarlo con tramontana navegando desde el norte y si no hay más remedio, es aconsejable dejarle mucho resguardo para evitar las olas que baten contra la costa norte del cabo hasta pasarlo, y después buscar la protección del oleaje que ofrece la tierra.

La punta del cabo se distingue por el faro cuya linterna posee un alcance de 20 millas y es la mejor referencia en esta zona.