Zona Centro - De l'Estartit a Palamós


El dominio de las pequeñas calas

Poniendo rumbo al sur, el paisaje costero abandona la extensa playa de arena de la bahía de Roses y, con excepción del golfo de Pals, queda dominado por grandes acantilados de rocas calcáreas coronados por bosques de pinos que descienden hasta el mar, dando sombra a las playas del fondo de las recónditas calas en las que el navegante podrá detenerse durante su navegación.

En este tramo de la costa se encuentra el Parque Natural del Montgrí, les Illes Medes i el Baix Ter, con las espectaculares islas Medes frente a l’Estartit, paraíso internacional del buceo, así como el grupo de 16 pequeños islotes que forman las islas Formigues, a una milla de la punta de Castell, entre Palamós y Calella de Palafrugell.

La mole del imponente cabo Begur y el faro del cabo de Sant Sebastià presiden la costa y son la principal referencia para los navegantes.

Enseguida que se deja atrás el puerto de l’Escala, la primera gran cala que encontramos tras doblar el promontorio de Trencabraços y la punta de Montgó, es la cala Montgó, un excelente y amplio abrigo tanto de tramontana como de garbí, con boyas para barcos de hasta 12 metros y que permite fondear fuera de ellas en 10 metros de arena.

Hacia el sur, la Ferriola, estrecha y frondosa, con una entrada protegida por dos islotes y una pequeña playa al fondo, queda más expuesta a los vientos de componente norte pero permite fondear a unas cuantas embarcaciones.

No debe dejarse pasar la posibilidad, siempre que el buen tiempo lo permita, de efectuar una visita con el auxiliar o plancha de paddle a la roca Foradada, una pequeña joya con unos espectaculares fondos, que permite el paso a través del promontorio a las pequeñas embarcaciones.

Un islote rocoso protege parcialmente la entrada a la siguiente cala, la Pedrosa, que permite un fondeo tranquilo cuando no hay mucha ola de fondo de fuera, entre rocas coronadas por pinos.

En las calas Ferriola y Pedrosa se han instalado boyas ecológicas para proteger los prados subacuáticos de posidonia oceánica.

Las recogidas y tranquilas calas de esta zona del litoral invitan al fondeo.

Navegar por las islas Medes

La imponente formación de rocas emergentes de las Medes y el macizo del Montgrí delimitan la  gran ensenada de playas y dunas donde desemboca el río Ter creando una zona de humedales.

El paso entre las islas Medes y la costa es franco. El freu es amplio y profundo, permitiendo el paso incluso con mal tiempo, aunque se forma mar con vientos del norte.

La Meda Gran, con su faro, permite pasar cerca en su cara este, pero hay que dejar resguardo en el resto. El paso entre la Meda Gran y la Meda Petita es posible, aunque muy estrecho, ya que posee fondo suficiente, pero con la condición de pasar muy cerca de la pared de la Meda Gran. Al sudoeste quedan los grupos de rocas de los Tascons, con acantilados muy profundos, siempre frecuentados por submarinistas procedentes de todo el mundo para admirar las espectaculares paredes verticales que se pierden en las profundidades y su abundante fauna.

Las Medes, al formar parte del parque natural, están rodeadas por boyas en un perímetro de 200 a 600 metros que indican la prohibición de pesca y fondeo. Este solo se permite en las boyas dispuestas específicamente al efecto, donde no es posible pasar la noche.

Parque Natural del Montgrí, les Illes Medes i el Baix Ter

Un parque, tres ecosistemas

El Parque Natural del Montgrí, les Illes Medes i el Baix Ter, situado entre las comarcas del Alt y el Baix Empordà, es una zona especialmente protegida por sus valores ambientales, paisajísticos, históricos y culturales, que abarca una extensa zona de gran valor ecológico.

Aunque el parque como tal no se creó oficialmente hasta 2010, la zona, especialmente las islas Medes, ya había sido objeto de reconocimiento desde mucho antes por la comunidad científica y por la propia administración.

La diversidad paisajística de la zona se hace evidente a medida que descendemos desde l’Escala hacia el sur, transcurriendo primero por los altos acantilados, cabos, calas, islotes y cuevas marinas del litoral 
de la Muntanya Gran y el Puig Torró, antes de abrirse, pasadas las islas Medes, en la gran ensenada que forman las playas de l’Estartit, Fonollera, el Grau i Pals.

Un rosario de calas

Tras las 4,5 millas de playa que forma la desembocadura del río Ter, a la que hay que dejar buen resguardo ya que el fondo puede subir rápidamente dependiendo de las corrientes o las lluvias, da inicio una costa rocosa, de acantilados de tonos rojizos coronados por bosques de pinos y encinas que en muchas ocasiones llegan hasta el borde de las pequeñas calas de aguas turquesa que se abren entre ellos y que en su mayoría acaban en playas de gruesa arena dorada.

En este tramo, cuyas más visibles referencias para la navegación son el cabo de Begur y el faro del cabo de Sant Sebastiá, se encuentran, antes de llegar a Palamós, cuatro puertos de abrigo para pequeñas embarcaciones y algunas poblaciones que conservan la arquitectura de los tradicionales pueblos de pescadores, como Llafranc o Calella de Palafrugell, así como pequeños núcleos urbanizados en el fondo y los alrededores de las calas, que aun así han sabido mantener un especial encanto.

Los espesos bosques de pinos que cubren los  montes descienden hasta el fondo de las calas.

Casi todas estas caletas permiten fondear sin problemas, teniendo en cuenta, eso sí, los bajos que surgen aquí y allá, y están bien protegidas de los vientos dominantes. El fondo es generalmente profundo, de roca, arena o algas, por lo que en muchas de ellas en verano se instalan boyas.

La primera cala que se encuentra en dirección sur es la de Sa Riera, con una gran playa de arena donde se varan los pequeños llaüts de pesca y que permite fondear en su centro.

Entre el cabo Sa Sal, sobre el que se distingue desde la distancia un gran edificio hotelero, y la punta Des Plom, se abren al fondo de la misma ensenada otras dos bonitas y protegidas calas: la de Aiguafreda, con un pequeño muelle para desembarco, y la más profunda de Sa Tuna, con una playa en el fondo, que permite fondear sobre unos ocho metros fuera de las boyas. Ambas protegen bien de tramontana y de garbí.

Fornells, Begur y Calella de Palafrugell

El rocoso cabo Begur, de un centenar de metros de altura y bien distinguible desde lejos por la antena que lo corona, marca un cambio de rumbo y da paso a la cala de Fornells tras dejar atrás la pequeña playa Fonda.

El enclave de Fornells es un protegido fondeadero con un pequeño puerto en su cara norte y la cala de Aiguablava en el sur. Disponen de campos de boyas por lo que hay que echar el ancla al sur del puerto o bien sobre arena en un fondo de unos ocho metros tras la protección de los vientos de componente sur que ofrece la alta punta del Mut.

Aigua Gelida, la pequeña ensenada de Tamariu y la cala Pedrosa son tres de las calas más frecuentadas hasta el cabo de Sant Sebastià, tras el que se protege el puerto de Llafranc.

Si la primera es una mera hendidura entre paredes rocosas solo accesible por mar y que es únicamente explorable con el bote auxiliar, la de Tamariu es una playa urbanizada que dispone de boyas para las barcas locales, pero que se convierte en un bien protegido refugio de la tramontana si se fondea al abrigo de la elevada orilla norte.

Tras las tres puntas de la Musclera se esconde finalmente la cala Pedrosa, muy virgen, con una playa al final y fondo de roca, que permite fondear en 10 metros y protegido de garbí.

Al sur del puerto de Llafranc, tras pasar la bien reconocible torre medieval, la pequeña población de Calella de Palafrugell mantiene el especial encanto tradicional de los antiguos pueblos de pescadores de la Costa Brava, con sus coloristas barcas de pesca varadas en la playa frente a los soportales de las casas de fachadas blancas al borde mismo de la playa y con el campanario de la iglesia dominando los antiguos tejados rojizos.

Hay que tener cuidado, incluso con el auxiliar, para bajar a tierra debido a las numerosas rocas y bajos y el fondeo solo es posible lejos de la playa y del extenso campo de boyas.

A un kilómetro están los jardines de Cap Roig, sede del festival de música del mismo nombre.

Las actividades subacuáticas, tanto el buceo autónomo como el snorkeling, y los paseos en kayak entre las rocas son tres de las actividades más apreciadas por los visitantes de este tramo del litoral.

Las islas Formigues

Un pequeño refugio para las aves marinas

La orografía submarina de la Costa Brava no proporciona muchas islas, aunque son muchos los islotes que emergen a poca distancia de la costa por todo el litoral.

A poco menos de una milla mar adentro entre las costas de Palamós y Palafrugell, frente a las puntas de Castell y Cap de Planes, se halla el archipiélago más pequeño de la Costa Brava, el de las Formigues, formado por cuatro pequeños islotes y 12 escollos de roca calcárea.

En el conjunto de esta área, de unos tres mil metros cuadrados, destaca la Formiga Gran, cuyo faro de destellos blancos alcanza 6 millas, indicando su situación a los navegantes. Se puede pasar con buen tiempo entre la punta de Planes y la Formiga Gran, si bien es totalmente desaconsejable con mar, ya que con marejada quedan totalmente cubiertas de espuma blanca.

El grupo de islotes de las islas Formigues, desprovistas de vegetación, poseen sin embargo un gran valor submarino.

Actualmente, estas islas se consideran un valioso espacio ecológico y son refugio para las aves como las gaviotas o los cuervos marinos, y están en proyecto de convertirse en reserva marina. Sus fondos, que alcanzan hasta los 45 metros, son un atractivo para las actividades subacuáticas, un lugar donde, hasta hace no muchos años, se recolectaba coral rojo. En contraste, las zonas emergidas carecen casi de flora.

A la naturaleza de estos peñones se añaden las leyendas de numerosos naufragios y su singular historia. Estos islotes se han inmortalizado por ser escenario de la batalla que lleva su nombre, la Batalla de las Formigues, la cual significó el predominio de la Corona de Aragón como potencia marítima del Mediterráneo durante el medievo, cuando el almirante Roger de Llúria, a las órdenes de Pere II, detuvo la invasión marítima de la flota aliada de genoveses y galos al mando del rey francés Felipe III, al atacar de noche y encendiendo hogueras en los islotes haciendo creer al enemigo que sus naves eran mucho más numerosas.

Pequeñas calas en un entorno rocoso

Dejando atrás la población de Calella, la cala del Golfet ofrece un magnífico fondeo protegido de garbí sobre fondo de arena, justo debajo del cabo Roig, y será el último practicable antes del conjunto de islotes que forman las islas Formigues, ideales para la práctica del snorkeling. Las Formigues se pueden pasar por fuera con mar agitada o viento fuerte, o por dentro con mar calma entre el cabo de Planes y la Formiga Grossa a la que hay que aproximarse para pasar el freu.

Más al sur de Calella se siguen encontrando magníficas calas.

Tras el paso de las Formigues, todavía quedan algunas pequeñas calas en el tramo de acantilado que se extiende hasta la punta de Castell, donde se encuentran los restos arqueológicos de un poblado ibérico. Son calas pequeñas y rocosas solo aptas para el fondeo embarcaciones pequeñas y el baño estival que llegan hasta ellas desde Palamós. La primera que permite fondear es la cala Corbs, en el medio y con fondo de rocas. Pasada la punta de Castell, y entre esta y el cabo Gros, una amplia ensenada ofrece las tres playas más frecuentadas por la población local, la de Castell, s’Alguer y la Fosca.

El contraste con la costa de más al norte es absoluto, ya que el litoral se aplana, se acaban los acantilados y los bosques de pinos llegan hasta la misma arena. La cala de Castell permite el fondeo más allá de las boyas de la zona de baño bajo el promontorio del Castell. La cala s’Alguer solo permite echar el ancla fuera ya que el acceso a sus tres playas rocosas es difícil incluso para los auxiliares. La última de ellas, la Fosca, permite fondear sobre arena con buen tiempo sobre el veril de entre 5 y 10 metros.

Las casitas de pescadores de cala s’Alguer la convierten en una de las más singulares de la costa.

Pueblos de pescadores y medievales

La forja de un paisaje urbano

La actividad pesquera, indisociable de la Costa Brava, ha forjado a lo largo de los siglos la personalidad y la cultura de las poblaciones que jalonan su litoral. Esta estrecha relación entre el hombre y el mar ha dejado también una huella bien visible en la arquitectura de los pueblos y villas que se percibe claramente en todas ellas, pero también en las pequeñas calas que han sido usadas desde siempre por los pescadores locales como abrigos, especialmente frente a la tramontana de la que quedan a sotavento, o para guardar los aparejos de pesca. Todavía hoy, aunque ya no dedicadas intensamente a la pesca, el navegante que recorra la costa encontrará al fondo de muchas de ellas estas típicas barracas o casitas de pescadores, hoy reconvertidas a uso privado, como las de la cala s’Alguer, en Palamós. 

Pero es sin duda en los núcleos urbanos donde esta relación se hace más evidente. Poblaciones como Cadaqués, con sus blancas casas tradicionales que llegan hasta la línea de playa, l’Escala o Calella de Palafrugell con las pequeñas barcas varadas frente a los soportales que bordean la arena, son testimonio vivo de este pasado.

El encanto del blanco luminoso de las fachadas de las construcciones del litoral contrasta, unos kilómetros hacia el interior, con la aspereza de la piedra y con la majestuosidad de las construcciones que revelan un floreciente pasado medieval.

Ya sean murallas, torres de vigía, monasterios, claustros, casas señoriales, puentes o iglesias, no hay población a lo largo de la Costa Brava o en el interior de sus comarcas que no conserve muestras de este pasado.

Castelló d’Empúries con su majestuosa basílica de Santa María, capital del antiguo condado de Empúries, pero también poblaciones más pequeñas como Peratallada, Pals o, más al interior, Forallac o la judería y el puente medieval de Besalú, entre decenas de otras poblaciones con un rico patrimonio medieval, merecen que el navegante que recorre el litoral abandone la costa momentáneamente para visitarlas.

La actividad tradicional de la pesca y un rico pasado medieval han forjado el aspecto de las poblaciones de la Costa Brava.

No perderse

No perderse

BASÍLICA DE CASTELLÓ D'EMPÚRIES

La magnífica basílica de Santa María, conocida popularmente como la catedral de l’Empordà, es una excepcional muestra del estilo gótico catalán, que se manifiesta en la vuelta de ojiva, los pilares, los contrafuertes y los esplendidos vitrales. Fue construida sobre una previa iglesia románica de la que todavía quedan algunos vestigios, como los primeros pisos de la torre del campanario o la pila bautismal. Destaca en el interior el retablo de alabastro de estilo gótico flamígero renacentista. Es sin duda, tras la catedral de Girona, el edificio religioso más importante de esta zona por su monumentalidad e interés arquitectónico e histórico.

Caminos de ronda

Otra forma de conocer la Costa Brava

Otra forma de descubrir la Costa Brava es hacerlo a pie por sus caminos de ronda, unos itinerarios entre mar y montaña que recorriendo el litoral nos permiten conocer el territorio con una visión muy especial. Quizás es la forma más directa de adentrarse y entender la Costa Brava.

Los caminos de ronda, aptos para todo tipo de público y que pueden recorrerse los 365 días del año, son el resultado de reconstruir de forma respetuosa y señalizada los caminos históricos que desde principios del siglo XIX se fueron abriendo entre los pueblos y sus distintas calas.

Actualmente están acondicionados como recorridos que permiten en muchos casos desplazarnos de pueblo en pueblo por senderos estrechos con mayor o menor desnivel y en otras ocasiones caminar por paseos marítimos, playas y tramos completamente planos.

Los recorridos que están marcados, con indicaciones en los accesos y con cartografía, se solapan en algunos casos con tramos del GR 92, el sendero de gran recorrido que va desde Blanes hasta Portbou. No son difíciles y nos permiten disfrutar de un espectáculo único, con una vegetación que baja hasta el mar, pinos colgados con sus raíces en la roca del acantilado y calas solo accesibles por mar o a pie en las que hacer un alto en el camino disfrutando de un refrescante baño en sus aguas cristalinas.

Faros de la Costa Brava

Los centinelas del mar

Situados en lugares únicos, los faros, con sus potentes linternas, permiten que el navegante se sitúe con seguridad en su navegación a lo largo de la costa o en la aproximación a tierra desde mar abierto. Además, son excelentes miradores para quien los visita por tierra. Cada torre tiene sus peculiaridades relacionadas con su emplazamiento, lo que las convierte en puntos de referencia turística sin igual.

De norte a sur el primero que encontramos es el de la Punta de s’Arenella, en El Port de la Selva, cuyo diseño sirvió de referencia para la construcción del de Tossa.

Le sigue el del cabo de Creus, el más oriental de la Península Ibérica, que se yergue majestuosamente en un paraje agreste y aislado, a 500 metros de la punta del cabo. Más al sur está el de Cala Nans, en Cadaqués, destino de una agradable excursión a pie.

Una de las mejores vistas de la costa se divisa desde el faro de Roses, que domina toda la bahía. Y a pocas millas, las islas Medes también levantan su propio faro, de vital importancia para la seguridad. Más turístico y con impresionantes vistas, es el soberbio faro de Sant Sebastià en Llafranc, el más potente de España con su alcance de hasta 50 millas.

El de Palamós o de la Punta del Molí, es conocido con este nombre porque en su día se situaba en una zona aislada con un molino de viento, hoy integrado en la villa.

Emblemático y permanentemente visitado es el de Tossa de Mar, que alberga el Centro de Interpretación de los Faros del Mediterráneo, situado a un breve paseo desde el pueblo.

No perderse

No perderse

EL FARO DE TOSSA DE MAR

Centro de Interpretación de los Faros del Mediterráneo.

El faro de Tossa de Mar cumple una doble misión, pues además de sus funciones propias de señalización, es la sede del Centro de Interpretación de Faros del Mediterráneo. Concebido para explicar de un modo muy didáctico y sensorial todo lo que representan y han representado los faros a lo largo de la historia, es de uno de los espacios culturales y lúdicos más interesantes de la Costa Brava.